martes, 20 de enero de 2015

...Y la lluvia, tan ella

Un respiro. Dos, tres, cuatro más fragilidades...Y la lluvia, tan ella.
Las personas van y vienen por la calle de plata.
 ¡A prisa! ¡El reloj avanza!
Una corre apresurada, la otra goza el tintineo de gotas en su paraguas.

Los pequeños faros de luz atraen las ramas indigentes, raídas del frío. Ellas se retuercen, tornándose de red arácnida, buscando la calma en la luciérnaga de acero, mas no pueden alcanzarla.
Su desnudez de invierno las hace estremecer y suplican a Naturaleza,
pero no contesta: el susurro parsimonioso y húmedo no le deja oír.
Cuando Naturaleza se dé cuenta, las ramas ya serán cortadas, mas por el momento, dejarlas tiritar: son de lugar íntimo y minúsculo su cuadro. Deshojadas, se asemejan a galaxias.
Un vago pensamiento surge de mi alma: las ramas, tristes y desnudas, tienen algo de humano en ellas.

Hay un placer liviano posado en este instante...Y la lluvia, tan ella.

jueves, 8 de enero de 2015

Soneto I

Febo ya duerme, dejando a cargo
a su melliza albina, mas el frío
titila al Estrellado; yo soy Ío,
y mi soledad turba su letargo.

Alzo mi alma cristalina a Argo,
y no me mira a mi, sino al vacío.
¡Doloroso espanto! Yo ansío
un verso, no un mugido amargo.

Mas cuando al fin el Ave Real mire,
siendo él infinito y yo nada,
como del lamento sólo berreo,

haré que vele mi pesar y suspire,
pues anhelo sin habla ni mirada
transmitir todo el sentir y lo que ideo.