"La luz de las antorchas es como la prudencia de los
cobardes: alumbra mal porque tiembla."
(Courfeyrac en Les Miserables de
Víctor Hugo)
Su vida, la cera.
Derritiéndose pausadamente, con recelo a la muerte.
Fundiéndose en el níveo de su ser; níveo melancolía.
Su corazón, la llama.
Ardiente, ígnea como su alma. Dispuesta a la más cruel
de las crueldades: el martirio de los hombres.
Pero también diminuta, insignificante si sólo es una.
Trémula a que un sólo soplo la apague para siempre.
Véase que una guerra no es luz en absoluto;
no es ética, ni moral. Es una lóbrega tiniebla
que tiñe a los países de sufrimiento
por ambiciones déspotas y ciegas.
Pues de nada sirve una vela para un ciego,
que ciego no ve nada más que muerte.